Evangelio según Juan (Jn) Capítulo 13
SEGUNDA PARTE: JESÚS CUMPLE SU OBRA
1 Antes de la fiesta de Pas cua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, co mo había amado a los suyos que que daban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Jesús lava los pies a sus discípulos
2 Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle.
3 Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía.
4 En tonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura.
5 Echó agua en un re cipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos, y luego se los secaba con la toalla que se había atado.
6 Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?»
7 Jesús le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo com prenderás más tarde.»
8 Pedro replicó: «Jamás me lavarás los pies.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.»
9 Entonces Pedro le dijo: «Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
10 Jesús le dijo: «El que se ha bañado está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.»
11 Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos ustedes están limpios.»
12 Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que he hecho con ustedes?
13 Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.
15 Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo.
16 En verdad les digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía.
17 Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en práctica.
18 No me refiero a todos ustedes, pues conozco a los que he escogido, y tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: El que compartía mi pan se ha levantado contra mí.
19 Se lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy.
20 En verdad les digo: el que reciba al que yo envíe, a mí me recibe, y el que me reciba a mí, recibe al que me ha enviado.»
21 Tras decir estas cosas, Jesús se conmovió en su espíritu y dijo con toda claridad: «En verdad les digo: uno de ustedes me va a entregar.»
22 Los discípulos se miraron unos a otros, pues no sabían a quién se refería.
23 Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba recostado a su lado en la mesa,
24 y Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara de quién hablaba.
25 Se volvió hacia Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?»
26 Jesús le contestó: «Voy a mojar un pedazo de pan en el plato. Aquél al cual se lo dé, ése es.»
26 Jesús mojó un pedazo de pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón.
27 Apenas Judas tomó el pedazo de pan, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.»
28 Ninguno de los que estaban a la mesa comprendió por qué Jesús se lo decía.
29 Como Judas tenía la bolsa común, algunos creyeron que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta...», o bien: «da algo a los pobres.»
30 Judas se comió el pedazo de pan y salió inmediatamente. Era de noche.
31 Cuando Judas salió, Jesús dijo: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él.
32 Por lo tanto, Dios lo va a introducir en su propia Gloria, y lo glorificará muy pronto.
33 Hijos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Me buscarán, y como ya dije a los ju díos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir.
34 Les doy un mandamiento nue vo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.
35 En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros.»
36 Simón Pedro le preguntó: «Señor, ¿adónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde.»
37 Pedro le dijo: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Estoy dispuesto a dar mi vida por ti.»
38 Jesús le respondió: «¿Dar tú la vida por mí? En verdad te digo que antes de que cante el gallo me ha brás negado tres veces.»

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Comentarios Evangelio según Juan, capítulo 13
13,1

Aquí pasamos a la segunda parte del Evangelio de Juan, que empieza con los discursos de despedida de Jesús después de su última Cena.

Así como en los capítulos anteriores cada discurso de Jesús tomaba pie de un milagro, también los que ocupan los capítulos 14-17 tienen su punto de partida en un hecho singular, que es el “lavatorio de los pies”. Este gesto encierra dos enseñanzas:

— Debemos purificarnos antes de participar en la Cena del Señor.

— Debemos poner en práctica el mandato del amor.
13,2

Muchos se extrañan al ver que el lavado de los pies reemplaza a la Eucaristía. Esto se debe a que Juan no pretende dar un relato completo en una Iglesia que ya tenía los tres primeros evangelios, sino que se ciñe a los hechos que le permitan ordenar su testimonio sobre Jesús. El lavado de los pies concluye con una enseñanza so bre la humildad, que Lucas coloca después de la eucaristía (Lc 22,27). En aquella liturgia Je sús quiso ser el Siervo (Is 52,13), del mismo mo do que lo sería en la celebración de la eucaristía

Juan desarrolla otro significado del gesto de Jesús: es una purificación. Los pe regrinos que subían a Jerusalén para celebrar la Pascua se habían purificado con antelación. Jesús lava los pies a los que ya se habían bañado según la Ley (Núm 9,6). Esto explica la respuesta de Jesús a Pedro, pero también des cu brimos otro sentido. Los apóstoles estaban en gracia de Dios, porque la palabra de Jesús que habían acogido los había purificado (15,3); sin embargo les hacía falta una preparación antes de compartir el pan de vida en la mesa de su Señor.

Este acto nos recuerda el sacramento del Bautismo, pero también el de la Penitencia, en el que se unen lazos de humildad y de misericordia, tanto del que purifica como de los que son purificados. En adelante los apóstoles harán lo que su Señor ha hecho primero, ya que para eso él los envía en su nombre. No actuarán como jerarcas o jueces que conceden el perdón a culpables, sino que darán el primer paso para purificar a quienes se acercan a la Cena del Señor.

En este capítulo aparece siete veces la palabra Señor. Comprendemos, pues, que al lavar los pies, Jesús hizo un gesto destinado a enseñarnos, mejor que cualquier otro, cómo es nuestro Señor y Dios.
13,23

Aquí aparece por primera vez el discípulo al que Jesús amaba, el autor de este evangelio (Jn 21,24). Juan no habla de una amistad con Jesús sino solamente del amor que Jesús le tiene, porque eso es lo importante. Dios nos ha amado primero (1Jn 4,19) y Juan celebra la elección del Dios inaccesible que le reservó un lugar excepcional en su aventura tanto terrestre como eterna.

Recostado a su lado. El texto emplea el giro hebreo: “que estaba tendido en su regazo”, o sea tendido en los sofás inclinados a los tres lados de la mesa en herradura, según la costumbre griega. La cabeza estaba más elevada y vuelta hacia la mesa: se estaba recostado de lado y por tanto el que estaba “en el regazo” estaba justo delante de él, a su derecha. El discípulo se da, pues, la vuelta para hacerle la pregunta a Jesús.
13,33

Un mandamiento nuevo, es decir, un mandamiento propio de los tiempos nuevos que empiezan. La Biblia hablaba de fidelidad interior a Dios y de amor al prójimo, pero este mensaje quedaba oculto en una maraña de los formulismos. Además, son muchas las maneras de amar: en el Nuevo Testamento Jesús declara que el amor a Dios es la ley primordial, y los ejemplos que nos dio el Señor en su vida terrena nos señalan el camino del amor.

El amor según Dios es el que libera al prójimo y lo incita a desarrollar los dones que Dios le entregó. Este amor le ayuda a ser lo que Dios quiere que sea, pasando por muerte y resurrección.

Mientras vamos profundizando el misterio del amor divino que se nos manifiesta en Jesús, nuestro amor se va identificando con el mismo amor eterno de Dios que, al fin, actuará libremente a través de nosotros (1Jn 4,12). El amor auténtico procede de Dios y hace que todos volvamos a la unidad en Dios.
13,36

Este párrafo será retomado en 21,19. El autor lo escribió cuando Pedro había sido ya ejecutado, habiendo seguido a Jesús hasta el fin. Juan recuerda esas afirmaciones temerarias (Mc 14,29) con el fin de introducir el tema “seguir a Jesús”.