Ester (Est) Capítulo 15
Ester se presenta ante el rey
4 Al tercer día, cuando hubo terminado su oración, se quitó sus vestidos de penitencia y se puso su traje de gala.
5 Deslumbrante de belleza, invocó al Dios que todo lo ve y que salva, luego tomó a dos de sus damas:
6 se apoyaba en una de ellas,
7 mientras que la otra la acompañaba, sosteniendo la cola de su traje.
8 Estaba en la cumbre de su belleza, estaba sonrojada y su rostro irradiaba confianza; sin embargo el miedo hacía estremecer su corazón.
9 Después de haber atravesado todas las puertas, se presentó ante el rey. Este estaba sentado en su trono real, revestido de todos los ornamentos para las fiestas solemnes: el brillo del oro y de las piedras preciosas lo hacían aparecer terrible.
10 Resplandeciente de gloria levantó la vista y lanzó una mirada furiosa. La reina se desmayó, se puso pálida e inclinó la cabeza sobre la dama que la acompañaba.
11 Dios entonces transformó el corazón del rey y lo dispuso a la ternura. Muy preocupado, el rey se levantó de su trono y la tomó en sus brazos hasta que volviera en sí. La reconfortaba con palabras llenas de delicadeza:
12 «¿Qué te pasa Ester? ¡Soy tu hermano!
13 Tranquilízate, no morirás. Nuestro decreto se refiere a la gente común, acércate».
14 Levantó luego su cetro de oro y lo puso en el cuello de Ester, la abrazó y le dijo: «Háblame». «Señor, respondió ella, te vi como si fueras un ángel de Dios.
15 Tu gloria inspira terror y mi corazón se estremeció. Porque tú eres admirable, señor, y tu rostro es encantador».
16 Mientras hablaba, se desmayó nuevamente; el rey estaba muy preocupado y sus cortesanos trataban de reanimarla.

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Comentarios Ester, capítulo 15
15,1

Nótese el presente párrafo, en que se describe a Asuero como si fuera personaje divino. Sin embargo, es el mismo rey pagano del que Ester habló con tanto desprecio en el capítulo anterior.

La razón de esto es la siguiente: los paganos obedecían a sus reyes como si fueran dioses, y los judíos, en vez de oponérseles, lo que les hubiera acarreado persecuciones, usaban calificativos más elogiosos todavía; pero el hacerlo era un juego para ellos, pues pensaban: lo que estoy diciendo de boca, de este «señor», rey de Persia, yo se lo digo de corazón a mi Señor (ver en Jdt 12,14).

La presente entrevista de Ester y Asuero fue escrita como una parábola: Asuero personifica al Rey todopoderoso, el cual se dejó vencer por la fe sacrificada de Ester y la recibió como a una hermana, con un cariño que ella ni siquiera podía prever. Dios mismo es el que no soporta ver más la ansiedad de Ester y le concede la salvación de su pueblo.

Con esto se comprenderá fácilmente por qué la Iglesia usa palabras del libro de Ester cuando nos recuerda que María intercede por los hombres al lado de Cristo.